“Cuando al ser se le recuerda que la vida es corta, se afana en construirse puentes que la prolonguen”
-Eduardo Poblete-
“Se breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”
-Miguel de Cervantes Saavedra- (1547-1616)
“La brevedad es el alma del ingenio”
-William Shakespeare- (1564-1616)
Cervantes y Shakespeare, los dos escritores considerados las máximas figuras de la literatura universal, murieron un abril e incluso Shakespeare, además, nació un abril.
El príncipe del ingenio, como fue conocido el primero y El bardo de Avon, como se le identifica al segundo, español e inglés respectivamente, vivieron en el siglo XVI, justo en la época de inicio del “Mercantilismo”.
El mercantilismo, en su cuna de origen, fue un conjunto de ideas políticas y económicas sustentadas en un pragmatismo a ultranza en Europa, con una fuerte intervención del Estado en la economía y un desarrollo del absolutismo monárquico.
Las características principales del Mercantilismo fueron: las relaciones entre el poder político y la actividad económica; la intervención del Estado en la actividad económica; y el control de la moneda.
El pragmatismo, como sello del Mercantilismo, asume que solo es verdadero, aquello que funciona; lo que es realizable en el mundo objetivo; pensamiento totalmente opuesto a la visión de que los conceptos humanos y el intelecto representan el significado real de las cosas.
La gran paradoja es que el arte vive su vida propia cuando artífices como Cervantes y Shakespeare, humanizan con su genialidad el ciclo de la vida, aun en siglos marcados por un sino contrario al humanismo artístico. El arte y la política deben ser uno.