Serie: Clásicos del Derecho Internacional. Parte 2

“Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno según lo necesitaba”
Línea tomada de la Regla de San Agustín. Fin y fundamento de la vida.
San Agustin de Hipona

Doctor de la Iglesia Católica denominado el Doctor de la Gracia, y en opinión de Antonio Livi, Sacerdote filósofo iniciador de la Escuela Filosófica del Sentido Común, San Agustín de Hipona-354 d C-430 d C- fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio; en su obra Civitas Dei, la Ciudad de Dios, sienta bases de la llamada Guerra Justa, concepto de origen teológico político desarrollado por teólogos y filósofos católicos, donde destaca San Agustín, cuyo contenido como concepto aún mantiene vigencia por su discusión jurídica en la actualidad, en materia de Derecho Internacional.

Señaló: debe condenarse la guerra, pero las ciudades deben promoverla si es para imponer paz; la guerra tiene causa justa si es para alcanzar la paz que se desea; la guerra no es para aumentar el poderío de un estado, sino para imponer el orden porque la paz debe basarse en el orden. Pensaba en que una guerra ganada en aras de la paz, no era un triunfo sino una recomposición del orden, un retorno al estado original. La guerra justa se justifica.

Criterio que deviene de, entre otras, tres razones: recoge en Civitas Dei la contraposición de la Ciudad de Dios, cuya característica es la paz basada en el orden, y la Ciudad del Mal que es todo lo contrario; sus vivencias sobre la barbarie de Alarico en Roma y su proclama: “Desde que tomé Roma en mis manos, nadie ha vuelto a menospreciar el poder de los Godos. Lo que impulsó el afán de conquistas y el deseo de aventuras dio grandeza a un pueblo necesitado de patria”, que naturalmente San Agustín no compartía y que conmocionó al mundo de la época; y su reminiscencia del maniqueísmo, que lo fue antes de convertirse al cristianismo, donde en esencia se reconoce el bien y el mal asumiendo que el mal es indestructible y que la única forma de alcanzar el reino de la luz, es huir de las tinieblas.

Es evidente que su etapa antes de hacerse cristiano guardó su concepción de que fideísmo y racionalismo se complementan y expresó: la fe es un modo de pensar asintiendo, y si no existiese el pensamiento no existiría la fe. A los fideistas dijo: intellige ut credas, comprende para creer; y a los racionalistas: crede ut intelligas, cree para comprender.

La guerra justa, de un santo por la paz, en el Derecho Internacional.

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